Puentes, educación y trabajo
Por Tomi Karagozian*
El Papa dijo –no pretendo ser textual- que no sobra nadie, que todos somos necesarios y que es fundamental la cooperación. Y yo creo que esa cooperación debe darse en un ámbito sincero, estar apalancada en la confianza que hace a la unidad, manteniendo cada uno sus identidades.
En la Argentina todo se plantea en un contexto de falsas antinomias: es el campo o la industria; son los trabajadores o los empresarios; son los nuevos sectores o los sectores tradicionales. Nosotros decimos que militamos la Argentina del “Y”: la sumatoria de… Son los empresarios y los trabajadores; los sectores tradicionales y los de base tecnológica; es Buenos Aires y es el interior del país. En esta misma Argentina en la que vivimos siempre se le echa la culpa a los sindicatos, a los empresarios, a los jueces, a los políticos y lo que nosotros decimos es: ¿Estamos haciendo nosotros autocrítica? ¿Qué estamos haciendo nosotros para contribuir a bajar el nivel de tensión que hay en la Argentina? ¿Cuáles son nuestras propuestas superadoras a los problemas que hoy tenemos?
En ese sentido, aprendí una metodología que me trajo más claridad en mi vida, aprendí a derribar preconceptos y a acercarnos al diálogo. Y a partir de ese vehículo, aprendí a buscar puntos de encuentro. Siempre es más fácil hablar con la gente que uno coincide, mucho más difícil es salir de ese nidito y lugar de confort en el que estamos; explorar acuerdos y posiciones intermedias.
Uno de nuestros objetivos -y acá hablo como militante industrial, porque ahora no tengo un rol institucional- es acercarnos a la sociedad. Todas nuestras representaciones tienen que acercarse a la sociedad. Tenemos mala imagen porque no dedicamos tiempo, esfuerzo y dinero en mostrar quiénes somos, qué hacemos y cómo intentamos mejorar la vida de las personas, dentro de la representación que nos toque. Y yo soy fanático de la industria -tercera generación de industriales-, porque tiene un rol central y esa es la militancia que me enseñaron mi abuelo y mi padre.
En la Argentina tendremos los peores próximos meses de los próximos 20 años. Soy muy optimista, si somos inteligentes, nos acercamos con la metodología del Instituto del Diálogo Interreligioso y logramos consensuar una política de Estado que trascienda gobiernos.
Hay un tema que es incómodo y tenemos que salir a discutir y debatir. En una Argentina que hace diez años no genera empleo privado, que sólo crea empleo informal y de monotributo, la pregunta central es cómo vamos a hacer para consensuar trabajadores y empresarios alguna propuesta superadora que cuide los derechos del trabajo pero que le de previsibilidad a las compañías.
Otro tema central es la educación: ¿Cómo acercar la educación al mundo de la producción? Nosotros a veces nos divertimos diciendo que queremos ser como un “tinder industrial” que matchee mundos que están separados. Y claramente lo son el de la educación y el de la producción. ¿Cuántos chicos salen de una escuela técnica sin conocer una fábrica? Hay 350.000 estudiantes técnicos y solo 50.000 hacen prácticas profesionalizantes. Como empresarios, ¿nos estamos acercando al mundo de la educación? Como generación joven creemos que la educación es la mejor inversión: hay prácticas, hay centros de formación profesional, hay crédito fiscal, hay herramientas que podemos utilizar para vincularnos mejor con los chicos y esto nos va a dar una mejor educación que repercuta sobre nuestra productividad. Además generará un mejor vínculo con la sociedad. Esa relación no se construye sola, la tenemos que salir a buscar.
En este sentido se está trabajando muy fuerte en acercar estos mundos desde la UIA, desde la Fundación Observatorio Pyme (FOP) y otras instituciones importantes. Nosotros, desde nuestra compañía, lo estamos haciendo. A veces, se dice que los chicos no quieren estudiar y voy a darles un ejemplo concreto: en Monte Caseros, provincia de Corrientes, está una de nuestras plantas productivas, donde descansan las cenizas de mi abuelo. Por eso, de ahí no nos vamos. En la pandemia, hicimos un anuncio de una nueva inversión que significaban 500 puestos de trabajo adicionales para Monte Caseros, una ciudad de 20.000 personas. ¿Y qué hicieron los chicos? Ciento ochenta se anotaron en las Escuelas Técnicas, mientras que el promedio hasta entonces era de ochenta inscriptos por año en la última década. Los chicos quieren estudiar, pero necesitan incentivos para hacerlo. En una Argentina que no crece y no genera trabajo, es difícil dedicar cinco o seis años de la vida con los pocos recursos que tienen para apostar a un proyecto. El trabajo no solo dignifica sino que motiva a que esos chicos también estudien.
Con respecto al medioambiente, nosotros estamos claramente preocupados y ocupados de cuidar nuestra Casa Común, pero tenemos que tener en claro que en Argentina hay un 40% de pobres. Nuestra visión ambiental es con vocación productivista. Nosotros decimos: “No hay sectores contaminantes, hay tecnologías contaminantes, y tenemos que cuidar de que todos los sectores se apalanquen en tecnologías apropiadas para un mejor impacto económico, desde la productividad, pero además, con mejor impacto social y ambiental. De hecho, las fábricas están volviendo a las ciudades. En su momento, se fueron de ellas porque contaminaban pero hoy, con buenas tecnologías, esas fábricas no contaminan. Entonces, por supuesto, cuidemos nuestra Casa Común pero hagámoslo produciendo porque por haber suspendido y prohibido muchos sectores nos quedamos sin muchos trabajos y sin muchas divisas.
Por último, quiero hablar de las ganas que como generación tenemos de quedarnos a vivir en nuestro país, que le dio todo a nuestros abuelos inmigrantes. Nosotros nos vamos a quedar acá y queremos una mejor Argentina para nuestros hijos, pero también queremos una mejor Argentina para nosotros hoy, ahora. Y en esta Argentina nos queremos quedar. Muchas veces se habla de los que se van, del desarraigo de los que salen del país por Ezeiza. Es triste. Pero también hay otro desarraigo, que es muy doloroso, que es cuando los chicos del interior profundo no pueden quedarse y desarrollarse en el lugar en el que nacieron porque no tienen oportunidades para hacerlo y terminan en el conurbano o en las grandes urbes concentrando el 40% de la población. De ese desarraigo se habla poco. ¿No es triste cuando una madre pregunta si su hijo puede trabajar en la fábrica porque si no se tiene que ir? Nosotros, como representantes de un sector clave, tenemos una misión importante: generar empleo privado de calidad en el interior profundo a donde otros sectores no llegan. No quiere decir que seamos mejores ni peores, solo que tenemos un propósito claro.
*CEO de TN&Platex y ex presidente de la UIA Jovea